Caperucita Roja

Teodoro Martín de Molina

Voy a contaros la historia
de una niña muy pequeña.
Ella vivía en un bosque
en las tierras de Provenza.
Una mañana temprano,
cuando la niña despierta,
su madre la da un regalo:
va a visitar a su abuela.
La madre ya ha preparado
la comida en una cesta,
lleva: miel, quesos y pan,
y también unas galletas.
Qué tenga mucho cuidado,
-su madre le recomienda-
"pues en el bosque habitan
algunas muy malas fieras".
Antes de salir de casa,
la niña muy bien se arregla:
se pone su capa roja
y se cubre la cabeza
con un gorrito pequeño
de color rojo cereza.
Con la cestita en el brazo
la niña la casa deja,
y caminando despacio
dentro del bosque penetra.
Va cantando cancioncillas
que la ponen muy contenta
habla con los pajarillos,
con un topo corretea,
con la ardilla da unos saltos
y hasta los árboles trepa.
Inocente la muchacha,
apenas si se da cuenta
que entre la fronda del bosque,
entre toda la maleza,
el lobo, que tiene hambre,
detrás de un árbol la acecha.
Entre juegos y canciones
Caperucita se aleja,
mientras, el astuto lobo
con largos pasos se acerca.
La niña al contemplarlo
un poco asustada queda,
mas, el muy taimado lobo
le dice con voz muy queda:
"Buenos días, niña guapa,
¿dónde vas por la vereda?" .
"A casa de mi abuelita",
pronto la niña contesta.
"Por aquí el camino es largo,
por allí es mucho más cerca".
"Muchas gracias señor Lobo",
fue de la niña respuesta.
Y mientras la niña cambia
de dirección y vereda,
el lobo a grandes saltos
llega a casa de la abuela.
Entra por una ventana,
por no llamar a la puerta.
La abuela, al ver al lobo,
cae al suelo medio muerta.
En el armario la mete
el lobo con malas tretas,
y acostándose en la cama
a nuestra pequeña espera.
Cuando ha pasado un momento,
se oyen pasos de la nieta
que, con gestos de alegría,
hasta la cama ya llega.
Mirando al que está en la cama,
no le ve cara muy buena.
"Abuelita, abuelita,
¡qué grandes son tus orejas!".
"Son para oírte mejor",
respondió de esta manera.
¡Qué grandes tienes los ojos",
dice nuestra niña buena.
"Son para verte mejor",
ésta fue nueva respuesta.
"¿Y de la nariz qué dices?,
¡ésta no parece aquélla!".
"Es para olerte mejor,
a ti, y a toda la cesta".
Al ver la niña la boca,
que el lobo tiene muy abierta,
pregunta un poco escamada:
"¿y esa boca tan inmensa...?"
Dando el lobo un gran aullido,
coger a la niña intenta,
ésta topa en el armario
y la abuelita despierta.
Entre la abuela y la niña
al lobo ajustan las cuentas.
Lo atan muy bien atado
a la pata de la mesa
y le dan una paliza
para que otra vez aprenda,
que es de mala educación
engañar a una pequeña,
y es una cosa peor
entrar en la casa ajena
asustando a los que viven,
más, si una anciana es su dueña.
El lobo, muy arrepentido,
pide disculpas serenas,
promete no hacerlo más
por todo lo que le queda.
Y aquí se acaba la historia
de esta niña tan pequeña,
que vivía allá en un bosque,
en un bosque de Provenza.