El libro y su autor

  

         Lloraba el libro lágrimas negras porque su autor lo tenía olvidado. Cada una de ellas se correspondía con una de las palabras y signos de su contenido; por eso, unas lágrimas eran muy largas, “esternocleidomastoideo”, y otras, como cagadita de mosca, difícilmente perceptible por el ojo humano, aunque el conjunto era importante.

Cuando el autor se acercó al anaquel en el que guardaba el viejo manuscrito, apenas si reparó en la mancha negra que había en la balda sobre la que estaba su obra. Tras ojear sus páginas se frotó los ojos al comprobar que todas estaban en blanco.

Pensó, resignadamente, que tendría que volver a escribirlo y tan sólo recordaba el título: “El cuento de nunca acabar”.

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