Entre nosotros
LA escritura es a veces como una espita. Algunos la utilizamos para dar salida a nuestros sentimientos, anhelos; a nuestras emociones, vivencias, inquietudes. En ocasiones se convierte en una especie de catarsis: después de escribir lo que tenemos en el magín nos quedamos más tranquilos; aunque al minuto nos comiencen las dudas sobre la pertinencia o no de lo que hemos puesto negro sobre blanco. Nuestras propias contradicciones. Solamente Salvador y Dios, en el que él creía de un modo inquebrantable, saben lo que pasó por su mente desde que sufrió el infarto hasta que se reunió con nuestros padres. Yo, como casi todo el que escribe, me erijo aquí en un dios con letra muy minúscula, tratando de reflejar su pensamiento en un imaginario flash back del periodo comprendido entre el 22 de abril y el 29 de junio. Para ello me baso en la proximidad que tuvimos entre nosotros y en lo que nos transmitieron aquellos que, por fortuna, estuvieron más cerca de él en sus últimos días. Trato de ponerme en su lugar, en su sentir de ese periodo, basándome en intuiciones más que en hechos concretos que, como es lógico pensar, se escapan a mis posibilidades desde cualquier perspectiva que se contemple. He tratado de construir el relato de dos hechos que para mí, quiéralo o no, están unidos de modo irremediable e inevitable. Es un monólogo, con pretensiones de diálogo imposible, en el que, muchas veces, el presente se confunde con el pasado, el deseo con la realidad. Lo imaginado con lo verídico. Su personalidad con la mía. Mis anhelos con los suyos. Sus creencias con las de tantos de nosotros. Un diálogo imposible en el que el proceso de edición del libro que nos reúne para asistir a su presentación se entremezcla con el desarrollo y desgraciado desenlace final del infarto que sufre Salvador. Al final todo confluye en un futuro de esperanza, que no es otro que el encuentro con los que ya no están y que lo habrán acogido a él como, poco a poco, nos irán acogiendo a los demás. *Por ahora no incluyo fragmentos del libro, como es mi costumbre, quizá con el paso del tiempo pudiera suceder. |