Fugacidad

    

El joven álamo presumía de su vigor. En pocos años había alcanzado un tamaño mucho mayor que el de los viejos olivos de la parcela de enfrente. Además, en esta época, su envoltura mostraba casi todas las tonalidades de los colores amarillos, ocres, dorados, rojizos…, se sentía orgulloso de su belleza. Poco antes de llegar el invierno, una mañana después de una noche de viento fuerte, se descubrió desnudo al mirarse en las cristalinas aguas del arroyuelo que bañaba su pie. Enfrente los olivos, con su permanente verde olivo, sonreían socarronamente: no pasaría mucho tiempo antes de que el joven y orgulloso álamo siguiera el camino de todos sus antepasados que también, cuando alcanzaban esa edad, los miraron con cierto desdén.

 

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