La gatita

    

         La gatita estaba tan acostumbrada a los mimos de su dueño que si en alguna ocasión éste pasaba por su lado sin acariciarla se entristecía tanto que sus maullidos lastimeros los arrastraba por toda la casa.

         Murió el dueño. Desorientada, la gatita se aproximó al que iba a ser el heredero y, antes que después, se acostumbró a la nueva mano que, hurgando suavemente, paseaba su lomo.

 

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