Teodoro Martín de Molina

 

“LECHE FRITA”

 

Décima a leche inaudita

me he decidido a escribir

pues no se puede eludir

hablar de la leche frita.

Ella sola se acredita

por su esponjosa textura

que es ambrosía tan pura

que en la boca se deshace,

que se funde y que en ti nace

la avidez por su dulzura.

 

Calentamos un litro de leche y, antes de que comience a hervir, se le añade azúcar, la suficiente para para endulzarla, y se remueve un poco, después le vamos poniendo harina (la que admita la leche) hasta hacer una especie de gachas o bechamel. Cuando la gacha se despega de la sartén sin dificultad la sacaremos en una fuente y dejaremos enfriar (es recomendable que la masa no esté muy dura).

Una vez fría se hacen bastones o trozos no muy grandes y se fríen en abundante aceite de oliva, que esté bien caliente. Cuando se vea dorada, se saca y al poco se emborriza en azúcar mezclada con canela molida.

No es mala idea preparar, más o menos, la que se vaya a gastar en un día. Al día siguiente no está mala, pero pierde la tersura y el sabor de cuando está recién hecha.

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