El conjunto de estos veinticinco relatos que fecho en otoño de 2007, comprende, aproximadamente, un período de cuatro años; si bien, la mayoría de ellos (y otros que aquí no ven la luz) han surgido en estos dos últimos veranos bajo la fronda de un rosal. A modo de presentación, en el primero de ellos me refiero al origen y al espacio físico en el que se fueron desarrollando las ideas que quizás nacieran muy alejadas del tiempo y del lugar en el que se plasmaron de modo definitivo.

            El título que los engloba: “Risas y besos”, se corresponde con el que hace el número 13 que nada tiene que ver con supersticiones ni supercherías, sino con el espíritu que abunda en la mayoría de ellos; no porque sean un conjunto de narraciones en las que predominen el humor y el amor, sino porque creo que recoge en una única narración lo que se refleja a lo largo de los restantes: el ser humano con sus sentimientos más extremos, desde los nobles y sencillos, hasta los más enrevesados y perversos, todo aderezado con un cierto tono desenfadado que permite suavizar la tragedia de algunas de las situaciones.

            Hoy, que lo que parece privar y primar son los grandes relatos, yo, principiante en esto de la escritura, me decido por el relato corto tratando de emular, desde mis posibilidades, a tantos y tantos grandes escritores que nos deleitaron con piezas breves, verdaderas obras maestras de la literatura universal.