The Avenue

(Verano en Dublín)

5. MIEDOS

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De pequeño le tenemos miedo a la oscuridad, a lo desconocido, de mayores comenzamos a temer más a la claridad, a lo que tenemos delante, a lo que conocemos bien. Con muchos de esos miedos me encontraría a lo largo de mi estancia en Irlanda, y con el valor que uno era capaz de acaparar tuve que ir enfrentándolos para poder superarlos y llevar una vida normal en tierras extrañas.

No sabe uno muy bien cómo, pero hasta los menos acostumbrados a moverse en mundos tan distintos a aquellos de los que provienen, son capaces de buscarse la vida y salir vivos del intento. Tras bajar del autobús, pronto, siguiendo las indicaciones del aeropuerto, me encontraba delante del mostrador de la compañía aérea que fletaba el chárter en el que viajaría. Pasaporte, billete, maleta y tarjeta de embarque. Llamada por los altavoces y ya estaba dentro de la aeronave esperando a que la aventura diera comienzo.

 

Cuando te montas por primera vez en un avión, para volar, una vez pasado el momento de todos los rezos habidos y por haber, si es que eres creyente, poco a poco vas tomando confianza y aquello comienza a parecerte normal. Observas al resto de los pasajeros y lo primero que te admira es la naturalidad con la que la mayoría de tus compañeros de viaje parecen habitar en ese espacio tan reducido que por los aires te lleva a miles de kilómetros de tu lugar de origen. No obstante, también tienes un hueco en el que la reflexión te hace pensar en lo que hasta ese momento has vivido, por si por un casual fuese la última vez que tuvieses oportunidad de hacerlo.

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