Agreste Alpujarra No: 6 - Septiembre / Octubre 2010

 “Miguel Carrascosa”

Hay personas de las que cuando uno se pone a pergeñar unas líneas con el fin de esbozar unos retazos de su personalidad, es ésta tan poderosa y abarca tantos aspectos dignos de ser resaltados que constreñirse a los párrafos que en “Agreste Alpujarra” se nos brindan en cada número, resulta una tarea ardua. Éste es el caso de Miguel J. Carrascosa Salas.

Nació en tierras jiennenses, pero pronto recaló en la Alpujarra, en su Órjiva – así le gusta a él escribir el topónimo - querida, guiado de la mano y el corazón de su padre, a la sazón maestro nacional en la capital alpujarreña, y de la bondad y sencillez de la madre. En ese ambiente se formaría como persona junto a los compañeros de los infantiles juegos de entonces en los que predominaba la imaginación sobre el artilugio.

El paisaje y el paisanaje de la vieja Exoche de los difíciles años 30 del siglo pasado irían poco a poco cincelando la personalidad de nuestro personaje. Después, a lo largo de toda su existencia, él bien ha sabido revertir en la tierra que con tanto cariño lo acogió, el mismo afecto multiplicado con creces y repartido por todos los pueblos, aldeas y cortijos que de forma diseminada componen el mirador alpujarreño. También los alpujarreños han sabido reconocerle de modo diverso su abnegado trabajo en pos de un mayor conocimiento de todo lo relacionado con la comarca. Dentro de los muchos reconocimientos con los que ha sido distinguido Miguel Carrascosa, él lleva a gala y con orgullo el haber sido nombrado Hijo Adoptivo de Órgiva en el año 2006.

Pronto, en 1944 comenzaría su labor docente por diversos pueblos alpujarreños y jiennenses -Alcázar, hoy anejo de Órgiva, sería su primer destino-, hasta que a comienzos de los sesenta llegara al emblemático Colegio Gómez Moreno del Albayzín, donde trabajaría por una “Escuela Mejor” con proyectos que animaban a la participación de todos los sectores educativos y sociales del barrio fomentando la integración de los más necesitados. Su decidido espíritu humanista y de cristiano convencido impregnaron en todo momento su actuación como docente y su posterior dedicación a otros menesteres siempre relacionados con la cultura y la defensa del más abandonado, bien sea persona o lugar.

Pasó por distintos puestos de responsabilidad en la administración educativa a nivel provincial y nacional para concluir su labor profesional jubilándose como Inspector de Educación -sería la Alpujarra la última zona en la que llevara a cabo su labor como inspector, donde comenzó acabó su tarea docente.

Desde los años sesenta, estuvo de un modo u otro vinculado con la UNESCO, bien como creador de su Club de Amigos -clausurado por orden gubernativa al poco de su creación-, como consultor en Colombia o, desde 1994, como presidente del Centro UNESCO de Andalucía, siempre con el objetivo de difundir la ingente labor en pro de la educación, la ciencia y la cultura que lleva a cabo este organismo de las Naciones Unidas.

En Miguel siempre hemos visto a un hombre dispuesto a servir a todo aquel que ha tocado a su puerta, bien fuese persona o institución, más si eran de la Alpujarra. Serían incontables los actos en los que Miguel Carrascosa se ha prestado para participar aportando sus conocimientos del tema y su capacidad oratoria y de comunicación para contribuir con su sapiencia en jornadas sobre diversos y variados temas, clausurando actos o echando una mano a aquellos autores noveles que presentaban sus libros a paisanos y amigos.

Si como maestro e inspector recorrió la Alpujarra de modo profesional, por placer, por gusto, por aprender y aprehenderse de todo lo que encierran las ubres de sus montañas también la ha recorrido para después verterla en sus escritos sobre la zona.

Miguel siempre necesita comunicarse, todo lo propio siempre lo comparte con los demás y fruto de ello ha sido su amplia labor como escritor en la que destacan, además de sus publicaciones en temas educativos o los referentes a su segunda tierra de adopción, el Albayzín, los dedicados monográficamente a la Alpujarra haciendo partícipes a los lectores de todos sus conocimientos históricos, geográficos, costumbristas… de la zona y, cómo no, aquellos trabajos en los que, a través de su capacidad poética expresada por medio del octosílabo de suave cadencia, plasma sus afectos y todo aquello que su retina de hombre observador supo mantener para después transmitirlo de modo tan lírico y pausado como lo es su voz cuando se dirige al amigo con el que comparte un rato de conversación basada en lo más prosaico o en lo más etéreo, que de todo, y sobre todo, es capaz Miguel de construir un discurso que admira al que lo oye. Como muestra: “Poemario del Atardecer”, su último trabajo recientemente presentado.

 Teodoro Martín de Molina