The Avenue
(Verano en Dublín)
10. MISS DOYLE ... El cuerpo de recepcionistas del hotel tenía su máxima representación en la señorita Doyle. Con su mirada te fulminaba. Sus ojos rasgados de tigresa, dispuesta a saltarte a la yugular en cualquier momento, te dejaban aterido y sabiendo que ni tan siquiera podías intentar una aproximación a ese voluptuoso cuerpo en el que quizá se escondía una persona tan sensible, tímida e insegura, que no tenía otro modo de mantener a raya a todo el que trataba de aproximarse a ella. Su mirada felina te atraía y al mismo tiempo te intimidaba de un modo feroz. La exuberancia de sus formas imponía respeto. Unos pechos que, aun cubiertos, te hacían pensar que servirían de inspiración para aquellos con los que Fellini adornaría posteriormente a su estanquera en Amarcord. Si alguna vez te pasabas un poco en la ensoñación acababas dando un respingo pues creías que te faltaba el aire cuando uno de sus pezones se introducía en tu boca, sin saber muy bien si chupabas o soplabas, o creías que en el canalillo no corría aire suficiente para poder respirar. Cuando te percatabas que aquello era ensoñación suspirabas aliviado. ... Dentro del hotel ella mantenía las distancias con todos, mucho más con un simple pinche de cocina como yo, aunque fuese extranjero, jovencito y no mal parecido. Algunos de los compañeros me decían que me miraba con unos ojos que no eran los mismos con los que miraba a otros. Yo me ponía nervioso y aunque entendiera algo de lo que me decían, hacía como el que no se enteraba de nada. Ella cuando las noches de los viernes salía a pasar el rato, primero en el pub y después en la discoteca, lo solía hacer con los miembros más altos del escalafón del staff: el jefe de camareros y su segundo, el encargado de la repostería y alguna compañera de recepción. El chef era el único casado de los trabajadores del hotel y él no asistía a esas reuniones de jóvenes, y la directora era algo mayor para ese tipo de diversiones y yo creo que tenía su entretenimiento en casa. ...
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