Teodoro Martín de Molina

 

ÓRGIVA, 10 DE ENERO DE 2020.

 

PRESENTACIÓN “GASTRONOMÍA Y POESÍA EN LA ALPUJARRA.”

 

AGRADECIMIENTOS: intervinientes, asistentes y a La Alpujarra por acogerme.

 

Porque yo soy malagueño

casi nunca oí trovar;

hoy me siento alpujarreño,

me gusta a mí ese cantar

y en aprenderlo me empeño

 

Como dejo traslucir en esta quintilla, yo conocía muy poco del trovo. Por desgracia mi aproximación a esta forma popular y tan arraigada en nuestra Alpujarra, sobre todo en la zona de la Contraviesa, ha sido reciente, lo cual no quita que haya sentido por el trovo esa atracción inmediata solo comparable al flechazo amoroso de la adolescencia.

Y, aunque aún estoy en pañales, ya ando enamorado como un adolescente del trovo y de su mundo.

 

Ante el trovo me rendí

desde la primera vez

que a Candiota yo lo oí;

y, como si fuese un pez,

dentro de él me sumergí.

 

El trovo te hace vibrar

de una distinta manera,

no te deja descansar

y vives una quimera

que es difícil de esquivar.

 

Tras esta introducción trovera vamos con lo que nos ha reunido aquí esta noche.

En estas palabras, que intentaré que sean breves y concisas, voy a tratar de hacer algo parecido a lo que os podréis encontrar en el libro aquellos que os decidáis por adentraros en sus páginas: movernos al amor de la poesía y de la prosa a fin de que os podáis hacer una idea del autor, de su trabajo y del contenido del libro. De modo que cuando os enfrentéis a él, sin conocer nada del mismo, todo os suene de algo.

 

1.         Para aquellos que no me conozcan, o que me conozcan poco, he de decirles que en un lugar tan próximo, en todos los sentidos, como es nuestro querido Alcázar, Alcázar de Venus, está el origen de la mayoría de mis trabajos relacionados con la escritura. Allí me han surgido muchas de las ideas que después cristalizaron en textos de mayor o menor extensión y que durante estos últimos 15 años he ido compartiendo con los demás a través de Internet por medio de  las webs que administro, la mía propia o la de Alcázar de Venus. En otras ocasiones los escritos de más enjundia, caso de “El Caballero de la Triste Figura”, “Cascarabitos”, “El Quijote en romance” o este “Gastronomía y poesía en La Alpujarra”, que hoy estamos presentando aquí, han concluido en un texto más o menos literario. Todos ellos en algún momento de su gestación han recorrido un camino, bien de ida o de vuelta, incluso de ida y vuelta, que irremediablemente tenían parada y fonda en Alcázar. Bien porque de allí surgen las ideas, o porque allí he llevado a cabo gran parte de su elaboración.

En el pueblo pequeño, ese que parece no encerrar nada dentro de sí, cuando lo observas, te interesas por él, por su entorno, por sus gentes…seguro que descubres valores, y valores asimilables, e incluso superiores, a los de cualquier otro lugar por muy enorme que sea. No pienso yo que el anejo más pequeño de todos tenga por qué envidiar a la urbe más mega del mundo. Cada uno te aporta sus valores y cada uno tendrá sus inconvenientes.

 

El sosiego del anejo

escondido tras la Sierra

noble corazón encierra

más sencillo que complejo.

Es el vuelo de un vencejo

que nervioso busca el nido,

aquel que fue construido

en pasada primavera

y que año tras año espera

de la vida su latido.

 

2.         En cierta medida, lo expresado en esta espinela es lo que uno encuentra en lugares como Alcázar y cualquier otro de similares características de nuestra Alpujarra y a los que, como el vencejo, volvemos con una determinada frecuencia para sentir el latido de la vida o, como se dice hoy, reponer pilas. Sosiego, paz, tranquilidad… Todo ello te está esperando en su entorno y hace que tu espíritu se contagie y se anime a no conformarse con lo de todos los días. Es un sosiego que exalta tus inquietudes, del tipo que sean. Unas veces las enfocamos en actividades manuales que nos evaden del día a día del trabajo o de la ciudad, en otras ocasiones en actividades creativas que el entorno te ayuda a que surjan con más fuerza, o al menos con una fuerza distinta, consiguiendo que broten de tu interior aspectos que, en ocasiones, ni tú mismo los podías imaginar.

En estos lugares quizá no existan los personajes importantes que nos encontramos en las enciclopedias o en los medios, pero sí existen personajes singulares que guardan en su interior una gran riqueza; en definitiva, en los lugares pequeños además de la paz, el sosiego…, se da de todo y la imaginación puede volar animada por lo que ves o por lo que crees ver.

Siempre fui observador y curioso y siempre me interesé por las personas, por lo que decían y cómo lo decían, por lo que hacían y cómo lo hacían. A veces, les preguntaba, otras no hacía falta pregunta alguna, a ellos les encantaba contar sus anécdotas, chascarrillos, vivencias, coplillas… y siempre los escuchaba atentamente para no perder todo aquello que contaban por muy insignificante que pudiera parecer a simple vista.

Con algunos de aquellos personajes peculiares, en no pocas ocasiones, eché un rato en el huerto, o frente a las fichas del dominó, al amor de un vasico o me senté con ellos en el poyo de la plaza, donde se reunían las personas mayores que daban rienda suelta a sus recuerdos compartiéndolos con los que, atentamente, no perdíamos ocasión de empaparnos de todo su saber popular de sus historias y anécdotas que, con frecuencia, traspasaban el umbral de lo real para adentrarse en el de la fantasía.

Quizá fuese en boca de Santiago Escudero cuando por primera vez oí algo relacionado con  el trovo, no sabría decir bien si eran trovos o coplillas, pero a mí me encantaba oír a Santiago rememorar aquellas reuniones en las fiestas cortijeras, en la parva o en el lagar por los cortijos de Albondón, cuando él, con entusiasmo, nos refería algo sobre las disputas y controversias entre troveros.

En Alcázar, sin que yo lo supiera, por lo visto, se daban las circunstancias idóneas para que en mí surgieran una serie de inquietudes y actitudes ante la vida y ante el hecho literario que, aunque estuviesen dormidas en mi interior, probablemente nunca hubiesen visto la luz de no contar con esas circunstancias favorables que su entorno me ha proporcionado.  En un lugar que pudiera parecer que no tiene transcendencia, existen, como decía antes, esos personajes que tienen sus propias historias y que no tienen ningún inconveniente en compartir con los demás, incluso con un forastero como era yo. Aunque ya en Alcázar, después de 44 años por aquellos lares, me puedo sentir cualquier cosa menos forastero.

 

Yo, que no soy alcazareño,

nunca me vi forastero

en el suelo alpujarreño,

lo diré en verso somero:

aquí he cumplido mi sueño.

 

Mi sueño ha sido escribir

del mundo que me rodea,

para poder transmitir

a todo aquel que lo lea

lo que he llegado a sentir.

 

El sentimiento es leal,

es puro y es verdadero,

es un sentimiento tal

que haceros saber yo quiero

que me sube la moral.

 

3.         Y este libro, en cierta medida está repleto de eso, de sentimientos, de mis propios sentimientos por el entorno. De sentimientos y de asombro en no pocas ocasiones. Asombro, simplemente, ante el modo de preparar unas migas en relación a lo que yo conocía. Asombro cuando pruebo el arroz con leche de almendra completamente distinto al que hasta entonces había probado. Quizás a veces convenga ser forastero para darse cuenta de aquello que para los naturales es algo de lo más normal.

Y ese asombro es el que hace que me fije con más detenimiento en estos dos aspectos tan significativos de la cultura alpujarreña: la gastronomía y la poesía, todo ello arropado por unas determinadas costumbres que hacen que tanto la una como la otra sean como son y no de otra manera.

Es este, también, una especie de trabajo colectivo. Las ciento nueve recetas que en el mismo se desgranan, no son solo la obra personal del autor pues, aunque solo lleve mi firma, también habría que añadirle la de mi mujer, sin su total apoyo y supervisión, como digo en la dedicatoria: “Nada de esto habría sido posible, ni tendría sentido”. Además de mi mujer, su abuela y mi suegra, fundamentalmente, junto a otras personas del pueblo: prima Josefa, Antonia, José Miguel, Pili…, unas veces de forma explícita y otras de forma indirecta, son los que me han iluminado para pasar al papel estas recetas de la gastronomía alpujarreña acompañadas de la dulce cadencia de estrofas propias de la lírica popular  alpujarreña.

 

4.         La gastronomía quizá sea uno de los aspectos culturales que más iguala e identifica a todos los pueblos de La Alpujarra, es un elemento vertebrador de la tierra y al mismo tiempo identificador. Desde las faldas de Sierra Nevada hasta casi la orilla del mar Mediterráneo, atravesando todo el valle del Guadalfeo, la Contraviesa y la infinidad de ramblas y cerros que jalonan su geografía, los productos que utilizamos a la hora de preparar nuestras comidas y la misma forma de cocinar, tienen unas características propias que nos distinguen de otros lugares, y de otro tipo de cocina. Le leche de la cabra o de la oveja con la multitud de productos que se sacan de ella, la almendra presente en tantas salsas y dulces, las migas de harina de sémola, las gachas, tanto las dulces como las picantes, las patatas a lo pobre, el plato alpujarreño o el choto al ajillo, los pucheros, los potajes…, aparecen en cada uno de nuestros pueblos como comidas básicas en la alimentación de nuestra tierra. Y es ese tipo de platos los que podréis encontrar en este libro.

De igual modo que otros territorios reivindican su cocina autóctona, nosotros también tenemos que hacer lo propio con la nuestra. Y hay una cocina propia y típica de La Alpujarra que yo, modestamente, en este libro trato de reivindicar, de sacar a la luz y de que perdure más allá de la transmisión de padres a hijos.

Es este libro, también, un intento por transmitir el sabor, el olor, lo más apegado a nuestras costumbres. Recordar el olor de las chimeneas al encenderse por las mañanas, primero el humo, al ratillo el olor a humo mezclado con el del tocino asado. A media mañana al abrir la puerta ese olor de algún puchero o potaje que lleva desde el ser de día puesto en la hornilla, el olor del aceite en el que se fríe la masa de los buñuelos o las tortas de cuchara, el olor al pan recién sacado del horno… Olores que, irremediablemente, te transportan a los sabores que están detrás de ellos. Recuperar esos sabores y esos olores está en el fondo de todo lo que en el libro se trata de transmitir.

 

Mas no solo respecto a la gastronomía, sino también de costumbres de otros tiempos que ya casi han pasado a formar parte de recuerdos lejanos, la vela de un santo, el desfarfolle, la matanza… Y, en cierta medida, también pretendo poner mi pequeño granito de arena para que la forma de poesía más prototípica de La Alpujarra, el trovo, ocupe el lugar que nunca debe perder y que gracias a personajes fundamentales de finales del pasado siglo y principios de este, como Epifanio Lupión, Candiota, Sotillo, Andrés Linares “El Refinao”…, u otros más actuales como Megías, Sevilla, Panadero, Peret, la saga de los Barranco..., junto a la impagable labor y aportación de los Festivales de Música de La Alpujarra, se ha conseguido que siempre quede una llama como testigo de tan particular manera de entender la poesía y el cante de nuestra tierra.

 

5.         Este trabajo ha tenido para mí, además de la satisfacción propia que conlleva el hecho de acabar cualquier trabajo, otras dos satisfacciones añadidas y que no son de escaso valor. Por un lado el que me haya tenido que meter en la cocina y enfrentarme con la tarea de llevar a la práctica aquello que antes había saboreado pero que no tenía ni idea del proceso culinario que conducía a tan exquisito resultado. Por otro lado, el adentrarme en un mayor conocimiento de las estrofas principales de la poesía alpujarreña y que son las que se utilizan en el trovo: fundamentalmente la quintilla y, en menor medida, la décima o espinela.

Hasta el momento de decidirme en plan serio por llevar a buen puerto la idea de convertir en libro lo que, en un principio, era simplemente ir recogiendo algunas de las recetas más características de la comida diaria de nuestros pueblos, mis habilidades culinarias se podían circunscribir a preparar una paella dominguera, con mayor o menor éxito, o ponerme delante de la lumbre para echar en las parrillas unas chuletas, embutidos o cualquier otra bagatela donde la grasa reina en todo su esplendor. Mis escasos conocimientos de cocina se vieron enriquecidos con lo que fui viendo en casa de mi mujer o en las ocasiones que me asociaba a alguna reunión de amigos para degustar alguna que otra fruslería.

Respecto al aspecto poético, en un principio me dejé llevar por mi natural inclinación hacia el romance; así que muchos de los poemas introductorios de las recetas eran romances, en los que presentaba de forma detallada los ingredientes a usar, el modo de elaboración o cualquier otro aspecto referido al plato en cuestión que se me viniera a la cabeza al momento de enfrentarme a él. Con posterioridad, mi relación con el mundo del trovo, el conocer a troveros profesionales, el trovar junto a ellos de un modo informal, etc., etc., me obligó, de algún modo, a que las estrofas propias del trovo tuviesen mayor presencia a lo largo de las páginas del libro.

Como acabo de deciros mi inclinación por el romance es ya casi natural, por eso después de haber leído algunas quintillas y una espinela, no quiero seguir más adelante sin leeros un romance dedicado a Alcázar que escribí una mañana de los días de la función, después del Rosario de la Aurora, sentado allí, al fresco del nogal donde tantas palabras han ido pasando de la mente al papel, dice así:

 

Entre cerros recostada,

silente como una musa

Alcázar allá se encuentra

esperando al que la busca.

La Rambla y el Barranquillo

que sus costados los surcan,

cuando las estrellas lucen

con una nana la arrullan.

Así se queda tranquila

pasando la noche oscura

y al quiquiriquí del gallo

todas sus casas madrugan.

Despacio se pasa el día

sin agobios y sin bullas

mirando a Sierra Nevada

con sus laderas desnudas.

Y llega el atardecer

cuando Venus se vislumbra

recorriendo nuestro cielo,

acompañando a la Luna.

Los días así transcurren,

Alcázar parece muda,

solo se oye el cantar

de las aladas criaturas.

Recostada entre los cerros,

silente como una musa,

allí soñando está Alcázar

esperando a quien la busca.

 

Ninguno de estas estrofas las podréis leer en el libro porque esas, las del libro, las dejo a cada uno de los lectores como primicias. Pero, en cierta medida, son estrofas de este tipo las que en él se encuentran, acompañadas de otras de rima libre, o de algunas de más enjundia desde el sonetillo al soneto.

Pero todas son estrofas relacionadas con la lírica popular, de fácil comprensión, para entenderlas no tendremos que asistir a ningún curso de poética avanzada. De igual modo ocurre con las recetas, no os hará falta hacer un master en cocina para poder llevar a la práctica lo que de manera sencilla he tratado de reflejar en la descripción de todas y cada una de ellas.

Aquí en este libro he pretendido hacer una fusión, un maridaje entre estos dos aspectos tan fundamentales de la cultura alpujarreña como son la gastronomía y la poesía. Si por la una siento devoción, por la otra es pasión lo que siento. Ambas, como otras muchas costumbres, que también quedan recogidas en el libro, me han cautivado y a ellas me he entregado. En este trabajo he intentado que esa entrega, ese amor y ese apasionamiento queden reflejados.

 

6.         Decía el otro día en la presentación del libro en Granada que yo, en vez de engancharme a las series que tanto proliferan hoy en plataformas digitales y televisiones, me he enganchado al trovo, y que he preferido el “juego de trovos” al “juego de tronos”, para mí es más reconfortante y más distraído. Por ello soy capaz de pasarme horas y horas, viendo vídeos de trovadores de ayer y de hoy, a los improvisadores del punto cubano o a los canarios con sus coplas o los murcianos con sus glosas o malagueñas, me paso los ratos muertos leyendo en internet o en textos escritos aspectos relacionados con el trovo y con los troveros, cuando no escribiendo en nuestra particular escuela de trovos “El Balate”, a mí eso creo que me enriquece mucho más.

Por último, permitidme que os haga una recomendación, antes de comenzar a leer el libro, haced como muchas veces hacemos con el periódico: empezad por el final, leed la contraportada. En ella hay unas indicaciones precisas de cómo afrontar su lectura. Porque el libro ni es, ni pretende serlo, un poemario al uso o un libro de recetas. A pesar de contener más de 160 poemas y más de 100 recetas.

Para mí este es un libro que se debe leer de un tirón, como lo haríamos con una novela o un libro de relatos. En realidad, cada uno de los apartados no deja de ser eso: un relato con unos protagonistas particulares: comida, poesía, costumbres, anécdotas… Después ya habrá tiempo  de buscar aquel apartado que nos interesó, o aquella receta que más nos apetezca preparar en un momento determinado, con esa finalidad están colocados los dos índices: el de los distintos apartados, al comienzo, y el alfabético de recetas, al final.

Como punto y seguido, permitidme que os lea la quintilla que aparecerá en la dedicatoria al libro que espero ocupe un lugar en los anaqueles de la Biblioteca Cervantina de Órgiva:

 

           A ti, que yo te he forjado,

           junto a mi fiel don Quijote

           quisiera verte adosado,

           y con Rocinante al trote

           cabalgues justo a su lado.

 

Muchas gracias a todos por su atención.

INICIO