The Avenue

(Verano en Dublín)

6. PRIMEROS PASOS

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         Do you want tea?

         Fue la primera, de las miles de veces que a lo largo de mi estancia en Dublín oí la pregunta con la que te invitaban a tomar una taza de bebida tan típica en tierras anglosajonas, cualquier hora era buena para tomar una taza de té, no había que esperar a las cinco de la tarde para ello, como creíamos por estas tierras.

La pregunta iba acompañada de un más que expresivo gesto con el que Mrs. O’Connor me invitaba a servirme una taza de té del que humeaba en la tetera que sostenía en su mano izquierda. Aunque en la cocina había otros olores distintos a los del té, a eso fue a lo que me invitó mi patrona.

Vi que ellos ya habían terminado de desayunar y que a mí solo me ofrecían la taza de té acompañada de una tostada de pan de molde con mantequilla. En sus platos se veían los restos de sus respectivos desayunos a base de huevo frito, beicon y salchichas. Por lo visto el té solían tomarlo al final para complementar la ingesta proteínica y grasa, y yo aparecí en ese momento.

Acepté la taza de té y la acompañé con un poco de leche y una tostada de las dos que había en un plato, próximo a la taza. Era la primera vez en mi vida que tomaba té, su sabor, un tanto amargo, me hizo que le añadiera un par de cucharaditas de azúcar, cosa que hizo sonreír a mis anfitriones, supuse que esa no era la forma más apropiada de tomar el té, pero ya era imposible dar marcha atrás y volver el azúcar al azucarero.

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El que parecía el chef, quizá el más veterano de todos los componentes de la plantilla, pronto me proporcionó una especie de delantal para cubrir mis vaqueros y mi camisa y me plantificó delante de un barreño lleno de cubiertos en agua jabonosa. Me dio un estropajo, no sin antes haberlo aplicado él sobre un par de cubiertos dándome a entender que por ahí podía empezar. Y así comencé mi tarea de pinche en la cocina del Avenue Hotel de Dún Laoghaire. Recuerdo que comencé a fregar todos los cubiertos del barreño al mismo tiempo que entonaba la canción de Serrat que versiona el poema de Antonio Machado “Caminante no hay camino”. Todos me miraron algo extrañados pero no les presté mucha atención y así intenté comenzar mi andadura en el Avenue, y en Irlanda: haciendo camino al andar, golpe a golpe…

Al terminar mi primera jornada se presentó ante mí una señora que dijo ser Miss Morgan, la manageress del hotel. La chillona voz de la directora me retumbaba en los oídos sin que mi cerebro fuese capaz de descifrar nada de lo que ella trataba de explicarme. Era mi primer día en la cocina del Avenue y mi inglés no había mejorado mucho desde que bajé del avión. Ponía mis cinco sentidos en tratar de comprender lo que la manageress quería decirme pero aquel torrente de palabras en inglés era demasiado para mis escasos conocimientos del idioma de Shakespeare. Asintiendo con continuos movimientos de cabeza le daba a entender que me estaba enterando de lo que me decía, pero mi cara debía delatarme, pues al rato de estar hablándome, hizo un gesto algo despectivo, se dio media vuelta y me dejó in albis.

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