Sí, señores, que fue anoche
Y sin ningún previo aviso
Cuando en la aldea de Alcázar,
Bajando del Moralillo,
Se presentó don Quijote
El cual traía consigo
Al fiel escudero Sancho,
A su sin igual rocino,
A Dulcinea del Toboso
Y algún que otro molino
De aquellos que en gran batalla
En la Mancha hubo vencido.
Se le notaba cansado,
Más que cansado molido,
Después de bajar las cuestas,
Después del largo camino
Donde no probó bocado,
Donde nada había comido;
Así, su escudero Sancho,
Al bajarse del pollino
Ofrecióle algo de pan
Y una tripa de chorizo
De los que suele llevar
En su morrala metidos.
Bajaron hasta la plaza
Donde estaban los vecinos
Celebrando grandes fiestas
En un ambiente magnífico,
Llenando de admiración
A los grandes y a los chicos
Cuando vieron ante sí
A personajes tan míticos
Que muy bien que parecían
Recién salidos del libro
Que imaginara Cervantes
Hace más de cuatro siglos.
Al final ganaron premio,
Premio más que merecido:
Una copa bien hermosa
y otras cosas de ese estilo.
Le dieron al caballero
Una botella de vidrio
Repleta de una bebida
Que en su vida había bebido;
Decían que era whisky
O algún nombre parecido,
Algo que él no entendía
Pues nunca lo había oído,
Y reclamó para sí
Una botella de vino
De ese que en nuestra taberna
Siempre suele ser servido
Y que gusta degustarlo
Acompañado de amigos.
Después, los encantadores,
En medio de aquel bullicio,
Hicieron encantamientos
Que parecían prodigios:
Se vio bailando al Quijote
Con otra dama que dijo
Ser de verdad Dulcinea,
La que le quita el sentido;
A Sancho Panza lo vieron
Que no parecía el mismo
De lo chupado que estaba
Después de perder cien kilos;
La Dulcinea primera
También buscó a su marido;
De Rocinante dijeron
Que junto con los molinos
Por las callejas de Alcázar
Se habían desvanecido.
Aquesta fue la aventura
Que en el siglo veintiuno
Con don Quijote y los suyos
En Alcázar se ha vivido.
Y junto a este poema
Que en poco rato se ha escrito,
Breve y sencillo relato
De todo lo sucedido,
Se han colocado dibujos
Que son más fieles testigos.
Teodoro
Martín de Molina.
Alcázar de Venus, 16 de agosto de 2009.