Romance a la muerte de un amigo


 

Este último arrechuche,

arrechuche de la muerte,

me ha pillao aquí en tu pueblo

y no he podido ir a verte.

 

 

Aquí me ha pillao en tu pueblo,

en tu pueblo buen amigo,

en este pueblo que es tuyo

en éste que no es el mío,

pero que por tal lo tengo

aun no habiendo aquí  nacido

porque algunos como tú

te hacen sentirte acogido.

 

Sin ser de la misma sangre

nos consideramos primos

y así nos hemos tratado

desde que nos conocimos;

siempre fuiste tan amable,

cariñoso y comprensivo,

que resultará imposible

alojarte en el olvido.

 

Aunque todos bien sabemos

que tenemos que morirnos,

ahora que la dama negra,

la que en nadie hace distingos,

vino a acordarse de ti

a entenderlo me resisto,

pues ha dejado a María,

a los nietos y a los hijos

con un dolor en el alma

que nada podrá suplirlo.

 

Mas tengo la confianza

de que el sitio al que te has ido

debe de tener balcones

grandes con tenues visillos,

por donde te asomarás

a ver lo que hacen tus niños;

y le mandarás tu aliento

que será aliento bendito,

y que en cuanto que lo noten

los dejará más tranquilos.

 

Abuelo, marido y padre,

que a fuerza de ser sencillo,

sólo con una mirada,

sólo con leve suspiro,

a los que estaban con él

les enseñaba el camino,

más ahora desde allí

hasta donde lo ha subido

nuestra Virgen del Rosario

dándole el mejor cobijo.

 

Teodoro Martín Molina.

Alcázar de Venus, 10 de julio de 2012