Romance a un hombre de fe...
El
veintinueve de junio (uno más de sus artículos
porque le
diera un vistazo), que debo ser derramado igual que una libación, pues ya se encuentra cercano el momento de partir a la busca del amado; ya concluí mi carrera, buen combate he peleado, he conservado la fe que mis padres me inculcaron. De justicia la corona
para mí la
han preparado en el día señalado me dará junto a los otros que por amor han guardado su excelsa revelación al igual que el oro en paño. En esta grande pelea mi Dios estuvo a mi lado insuflándome la fuerza que no posee el humano, de modo que su mensaje así fuese proclamado por mi intermediación para oídos de paganos. De la boca del león de ese modo fui librado; y el Señor me librará de aquello que sea malo. Igual me preservará hasta que ya esté a su lado en su reino celestial en el que siempre he esperado. ¡Por los siglos de los siglos sea bendito y alabado!” Una carta de esperanza que en estas líneas traslado al romance, que es lo mío, y que a mí me gusta usarlo cuando quiero relatar nuestro presente o pasado. Y aunque bien pude escribir de tantas cosas, ¡de tanto!, de lo bueno que en su vida Salvador fue derramando, hoy me he querido fijar en su vida de cristiano que de ese modo vivió y así también se ha marchado. Pues si no… qué fue su vida cuando ejerció de abogado, o cuando, por tantos años, trabajó de secretario; y, cuando en sus ratos libres, después del duro trabajo, se entregaba en cuerpo y alma a los que estaban al lado tratando de hacer feliz al próximo y al extraño; o cuando se dedicaba, para distraerse un rato, a navegar en archivos inmerso entre mil legajos para hablarnos de su Carmen o de su Gaucín soñado, y utilizaba el pincel para mejor plasmarlos en muy suaves pinceladas y a veces con gruesos trazos; qué decir de sus poemas que había que descifrarlos para poder encontrar el hondo significado; su “a propósito” del lunes que escribía, “por si un caso”, alguien bien aprovechaba eso que él viera tan claro. Fue buen esposo y buen padre, un buen hijo y buen hermano, un buen tío y buen sobrino, un buen primo y buen cuñado; de sus nietos, la locura, amante de sus paisanos, amigo de sus amigos, los de ahora y los de antaño. Pero hoy, en este día, que quedará señalado, lo he querido recordar en la carta de San Pablo.
Segunda lectura del día 29/06/2016, festividad de San Pedro y San Pablo. Epístola a Timoteo 4.6-7-8-17-18 Querido hermano: Yo ya estoy a punto de ser derramado como una libación y el momento de mi partida se aproxima; he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia que el Señor, como juez justo, me dará en ese día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación. Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermediación y llegara a oído de todos los paganos. Así fui librado de la boca del león. El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su reino celestial. ¡A él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén. Teodoro Martín de Molina. Granada, 8 de julio de 2016. |