Teodoro Martín
de Molina «Sopitas hervidas que alargan la vida», nos decía mi madre cuando una noche tras otra nos ponía delante la sopa del cocido, el gazpachuelo o el emblanquito que a ella le gustaban tanto. Eso ocurría en la Serranía de Ronda, por la Alpujarra la sopa del cocido es la de puchero con sus sopas de pan y su tallo de hierbabuena, el gazpachuelo se convierte en sopa de mayonesa y el emblanquito no es otra cosa que una sopa de bogas o de cualquier otro pescado. Y la verdad es que una sopa, de lo que sea, siempre te entona el cuerpo. “Caldo de gallina, buena medicina”, reza el refrán popular. Pues, una sopa o un caldo del mismo modo te dejan satisfecho que te abren el estómago para que te entre cualquier otra bagatela. Refiriéndonos a la gallina, estas cuando tenían una cierta edad y dejaban de poner, terminaban haciendo caldo por sí mismas o acompañando a cualquier puchero. Porque si las sopitas suelen ser propias de la cena tampoco están de más cuando en el almuerzo se toman como primer plato o como entrante de la comida principal de la principal comida. Pero, bueno, vayamos al grano y vamos a ir depositando en las páginas que siguen, sin que se nos derrame, un platito, una taza o un tazón de algunas de las sopas que se solían preparar por nuestra tierra. |