The Avenue
(Verano en Dublín)
Han sido muchos los intentos de reflejar por escrito mi experiencia primera en el extranjero. La aventura, podría decirse, que para un joven de finales de los sesenta suponía salir de su pueblo natal y adentrarse en lo ignoto de un país anglosajón que la única similitud que guardaba con el suyo, al menos en teoría, era la religión. En un primer momento intenté escribir una segunda parte de "Treinta años después", procurando evitar su carácter epistolar pero manteniendo la fórmula narrativa tanto en la cronología como en el formato general. Sería un relato de las experiencias vividas en mis dos veranos dublineses, compilados aquí en uno solo, que, de alguna manera, eran una continuación de mis años de infancia, adolescencia y primera juventud en mi pueblo. Desechado el formato, cuando ya llevaba pergeñados varios capítulos, opté por una mezcla de recuerdos e imaginación dándole un toque novelesco al relato. Con posterioridad me decidí por una novela en toda regla en la que los recuerdos serían el hilo conductor de la trama con personajes y episodios totalmente imaginados. Tampoco funcionó. No acababa de ver la verosimilitud de lo que iba narrando después de haber retocado todos los capítulos que había dado por concluidos en anterior ocasión. Ni el cambio de la primera persona por la tercera hacía creíble el relato. Más parecía una descripción trufada de hechos inverosímiles que para nada se adaptaba a lo que era mi intención a la hora de ponerme delante del ordenador para dar forma a las experiencias vividas en aquel tiempo. Por fin, y gracias a un regalo que recibí de la editorial Funambulista —una novela autobiográfica de Miguel Sáenz de título “Territorio”—, creo que, de alguna manera, he encontrado la fórmula que más se ajusta al modo con el que pretendo narrar esos meses veraniegos vividos en la capital de Irlanda y que para mí supusieron una experiencia única e irrepetible, por lo novedoso que era todo y porque, sin pretender escribir un libro autobiográfico, sí quiero reflejar en él todo lo que representó para mí el choque con una sociedad, unos personajes y un tipo de trabajo que me eran totalmente desconocidos hasta ese momento, a veces no sólo desconocido sino que casi inimaginable. Y como en aquella época no disponíamos de los aparatos que todo lo graban y lo almacenan, de la inmediatez de las redes sociales, ni, tan siquiera, de una triste cámara fotográfica para dejar plasmados algunos recuerdos para la posteridad, es por lo que aquí echo mano de mi frágil memoria para intentar que perduren por algún tiempo más que el que supondría la simple transmisión oral. Ese libro, “Territorio”, lo leí con avidez porque, además de ver desde su inicio que podía servirme de “modelo”, la acción se desarrolla durante los años cuarenta del siglo pasado en Ifni, lugar en el que mis padres y mis hermanos mayores también vivieron por esa época, así que volví a rememorar las historias que mi madre, sobre todo, nos contaba de aquellos años vividos en el Sahara con un clima tan hostil y unas personas tan amables. Como dejo claro al inicio del relato, la principal responsable de que todo lo que sigue llegue al lector es mi hermana Inmaculada. De lo narrado, y del modo en que se narra, yo seré el único fiador. Este es un relato donde se mezcla lo vivido con lo imaginado, lo que recuerdo con lo que creo recordar, en buena parte verídico y en otra, para nada desdeñable, pura fantasía de aprendiz de escritor que se dispara en cuanto tiene oportunidad de ello. Relato en el que he mantenido algunos pasajes de ensayos anteriores porque, en su momento, me gustó el modo en el que los concreté, no porque se asemejen a la realidad, de modo que, al final, ha salido un batiburrillo de todo lo antes dicho y que para nada tiene el lector que creerlo a pies juntillas. Si nos fijamos bien puede que nos percatemos de que este relato no es más que el abecedario de un ignorante de la vida, un inexperto, un desorientado, incluso, podría decirse, de un inocente. A pesar de las muchas veces que fracasé en la aspiración de sacarlo a la luz como un corpus entre novelesco y autobiográfico, he disfrutado con cada uno de los experimentos. Espero que este, que no estoy muy seguro de que sea el último, al menos os entretenga con el correr de sus páginas. Para seguir leyendo fragmentos de sus capítulos pincha aquí. <<ir>> |