The Avenue
(Verano en Dublín)
9. THE STAFF ... Entre el staff había gente de toda Irlanda, además de los tres españoles y una muchacha sueca que trabajaba de camarera en el restaurante. Jóvenes venidos a la capital desde los suburbios o de las zonas de Cork, Limerick o Galway en busca de un mejor salario con el que poder ayudar a las familias que allá se quedaban. Me llamó la atención la cantidad de mujeres que trabajaban en el hotel, algo desacostumbrado en España por aquellos tiempos. No solo eran las camareras de habitaciones, sino que la mayoría de los que atendían el comedor y el lounge eran mujeres, las recepcionistas todas y la jefa suprema, la directora del hotel, también era mujer. La mayoría de todos nosotros teníamos pagados, además de nuestro sueldo en metálico, el alojamiento y la manutención. Las muchachas se alojaban en una vivienda que se encontraba un par de calles más arriba del hotel y los muchachos en unas dependencias habilitadas en los bajos del mismo. Otros, como era mi caso, estábamos alojados en viviendas particulares que recibían huéspedes, no sé si de un modo clandestino. Las recepcionistas y Michael, el maître o head waiter, no pisaban el staff room, ellos tomaban sus tés y sus comidas en el restaurante, cuando no había clientes. Pertenecían a otra casta, pero con el mismo o parecido tipo de inclinaciones que el resto de los trabajadores del hotel. A la directora se le llevaba la comida a su despacho, a veces comía sola y, en ocasiones, acompañada del padre O’Brian. Este disponía de un despacho contiguo al de la directora, en el mismo tenía su propio dormitorio y un baño. La directora por el contrario se hospedaba en una de las suites del hotel en la planta superior. Allí acudíamos los domingos algunos de los trabajadores para oír la misa que el reverendo celebraba para los empleados y huéspedes del hotel que quisiésemos acudir. Era una media hora larga que se aprovechaba para salir del trabajo y al mismo tiempo reconciliarse un poco con Dios, aunque al poco rato ya se estuviese de nuevo con los mismos deseos lujuriosos de siempre. ... Cuando llegaba el momento de un receso, algunos solíamos coincidir en el staff room donde nos tomábamos el consabido té de cualquier hora. Ese también era el lugar en el que, por turnos, nos sentábamos a desayunar, almorzar o cenar. Era un local de dimensiones mínimas que en su parte posterior tenía una pequeña habitación que servía de vestuario para todos. Una mesa amplia ocupaba casi toda la superficie del cuarto y allí nos teníamos que mover entre «excuse me y excuse me» para poder sentarse o levantarse, o pasar de un sitio a otro. Nuestro desayuno era después del de los huéspedes del hotel, al igual que la cena, sin embargo el almuerzo lo teníamos antes del que se servía en el restaurante. El restaurante estaba abierto al público y gozaba de cierta fama pues casi siempre, sobre todo en el almuerzo, estaba lleno o casi lleno, con lo que en la cocina el trabajo no nos faltaba. Esos momentos en el staff room eran en los que más intentaba aprender el inglés que necesitaba en mi trabajo y cómo llevar a cabo las tareas propias del mismo, aunque estas las aprendí bien pronto porque tampoco eran cosa del otro mundo: fundamentalmente limpiar y más limpiar, amén de pelar y partir patatas y otro tipo de verduras y hortalizas. Era ahí también donde más me iba dando cuenta de quién era quién entre los compañeros. En quién podía confiar y con quién no tenía que cruzar más que las palabras imprescindibles. También me acostumbré allí a las comidas de aquellos lares y me maravillé cuando vi cómo esas criaturas eran capaces de comerse un huevo frito con cuchillo y tenedor, sin utilizar ni una migajita de pan. Se asustaban cuando me veían llegar a mí, en cada comida, cargado con una buena cantidad de rebanadas de pan de molde que ellos solo lo tomaban en el desayuno en forma de tostadas. ...
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