Teodoro Martín de Molina

Todo perfecto.

Mi madre era perfecta.
     Como mujer perfecta, nos obligaba a todos a ser perfectos. En casa todo se tenía que hacer a la perfección. Cuando salíamos de casa, teníamos que comportarnos perfectamente.
    Cuando encontramos novia, ninguna alcanzaba el grado de perfección  requerido. A todas les faltaba ese puntito que ella tenía y que nadie más llegaría a alcanzar. Yo no le hice caso y me casé con una mujer imperfecta a los ojos de mi madre.
    Con el paso del tiempo mi mujer se ha convertido en madre y esposa perfectas. Como tal, a todos nos obliga a ser perfectos. En casa todo se tiene que hacer a la perfección. Cuando nuestros hijos salen (yo ya no puedo salir), tienen que comportarse perfectamente.
   Quizás en la otra vida me convierta en el ser perfecto que ellas desearon, mientras tanto me conformo con escuchar una y otra vez una de las últimas canciones de Pau Dones: "Soy un perfecto imperfecto..."