Es mi nombre el de Juanico,
hijo del señó José
y la hija del Federico,
que no era pobre ni rico
como luego ya os diré.

Petra se llamaba ella
una mujer tan delgada,
tan delicada y tan bella
que apenas dejaba huella
su paso ni su pisada.

Nací allá en plena sierra
en lugar osco y umbrío,
todo suyo, nada mío,
antes de empezar la guerra.
El que al relato se aferra
solo cuenta la verdad
de ese tiempo sin piedad,
de muchos la perdición
siempre sirviendo al patrón
a veces sin dignidad.

...

Así comienza esta historia, que como indica su título, es como otra cualquiera.

Pretende ser el relato resumido de una época de nuestra historia  reciente personificada en Juanico, un personaje identificable con tantos y tantos que padecieron de la escasez y sufrieron los avatares de unos tiempos convulsos donde la guerra, la posguerra y la emigración fueron cincelando la personalidad de los seres más humildes y desamparados. Puede abarcar desde los años veinte del siglo del mismo nombre hasta su final. En ella he tratado de reflejar los aspectos más relevantes de aquellos que más sufrieron sin ahondar en demasía en sus causas pero dejando evidencia de sus consecuencias.

Para contar la historia he utilizado dos de las estrofas fundamentales dentro del arte de la improvisación: la quintilla y la décima. La primera caracteriza, sobre todo, al trovo alpujarreño y la segunda es el santo y seña del repentismo sudamericano, desde el punto cubano a las payadas de uruguayos, chilenos y argentinos. En ambos casos son estrofas que al igual que el romance se prestan amablemente a su utilización para narrar por medio de la poesía.

A la hora de construir la historia, sin llegar al repentismo en su más pura esencia, he dejado que en su gestación la espontaneidad, tan próxima a la improvisación,  haya sido el motor propulsor de la mayoría de estas estrofas.

Son apenas unas cincuenta páginas que se leen de una sentada e, incluso, puede que nos inviten a su relectura.

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